4/10/11

IBAÑEZ

Infancia y juventud

Nacido en Barcelona el 15 de Marzo de 1936, Francisco Ibáñez trabajó en un banco, labor ésta que compaginaba con colaboraciones para revistas como Alex (1951), Chicolino, y La Risa (1953). Para esta última revista, creó portadas y series como Don Usura, El coleccionista de relojes, La familia Repollino y sobre todo Haciendo el indio, la primera de cierto éxito del autor, al ser reproducida también en el suplemento semanal de La Prensa de Barcelona.
En el verano de 1957, Ibáñez decidió dedicarse por completo a la historieta y entró a formar parte de la plantilla de Paseo infantil, que desapareció al poco tiempo. Pudo comenzar a trabajar, sin embargo, para la remodelada Hipo, Monito y Fifí (Marco, 1958), donde destacó entre todos los demás autores de la publicación gracias a Melenas y Kokolo, que anticipan la violencia de sus futuras creaciones.Simultáneamente, empezó a a aportar páginas de chistes sobre un tema determinado o un deporte para las centrales de la revista El DDT de Bruguera. Como recuerda Armando Matías Guiu, "el chiste era el primer paso para conseguir un personaje de las revistas".
Será al año siguiente cuando aparezca la primera entrega de Mortadelo y Filemón en la revista Pulgarcito. Desde entonces y durante la década de los años 1960, Ibáñez fue creando y adaptando algunos de sus mejores personajes para diferentes revistas de la editorial: La familia Trapisonda (Pulgarcito nº 1418, 7 de julio de 1958), 13, Rue del Percebe (Tío Vivo, 1961), El botones Sacarino (El DDT, 1963), Rompetechos (Tío Vivo, 1964) y Pepe Gotera y Otilio (Tío Vivo, 1966).

Estilo

Tanto Vázquez como Ibáñez se caracterizan por presentar una sucesión continúa de gags desde el principio hasta el final de la historia, de tal manera que en una viñeta se prepara el gag que se va a producir en la otra. Como continúa explicando Armando Matías Guiu
En Ibáñez tras una caída aparatosa en la que el personaje queda despachurradísimo, hecho fosfatina, en la viñeta siguiente se levanta tan tranquilo y sigue como si no le hubiera pasado nada. Cultiva el humor del absurdo, difícil de lograr; un humor espontáneo, brillante, con situaciones desquiciadas, brutalmente cómicas. El humor de Ibáñez es avasallante, te mete en su tinglado y te lleva dónde quiere.
Configuran así un tipo de humor mucho más directo y explosivo, más propenso a la carcajada, que el de sus predecesores, como Peñarroya o Escobar.